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viernes, 9 de septiembre de 2011

La presentación de "Patapalo" en Bogotá

La mañana de ese 7 de septiembre, la humedad y la resolana hacían sofocante el entorno, pero además de los insoportables vahos del trópico, sabía que ese día sería muy difícil. Durante la mañana  lloré y con el corazón en un puño, lo logré. De alguna manera pude soportar el definitivo partir de mi querido tío José. Abismal y oscuro vacío, tormentosa sensación de orfandad y desamparo. Partió el incombustible guerrero de los pobres, el poderoso protector, el negociador y dueño de las armas que sólo producen equilibrio.
  Por la noche, tal vez bajo sus auspicios, sentí el magnífico cobijo de mis amigos y mi familia en la presentación de la novela  en el  museo Casa Grau, artista cartagenero, apasionado, como lo soy yo a los graznidos de la bellas Mariamulatas de negro e iridiscente plumaje.  Un hermoso y venerable hombre, el mayor de los vascos en Colombia, se sentó a mi lado, me sentía protegido, respaldado, con la energía de las canas de aquel señor. También estaban allí, sentados en la mesa, el Decano de la Academia de Historia de Colombia, el General Riaño, el presidente de la Sociedad Colombiana de Genalogía, el capitán Diaz en representación del almirante García comandante general de la Armada y José Vicente, mi editor, quien emocionado,  habló exagerando elogios al escritor, tratando de encontrar en sus palabras la complacencia por haber culminado un proyecto que en un año  y medio cristalizamos juntos. Cuando me tocó la palabra y los nudos de la garganta querían hacerme zancadillas, en mi cabeza se vinieron las imágenes de Patapalo, que con expresión castrense me invitaba al abandono en el valor, pues el pánico escénico empezaba  a dominar mis ánimos, y cuando liberado de las cobardías me lancé, entonces, la nostalgia por la ausencia de mi tío José quiso engañarme, quebrando mis palabras que salían de una mente turbada por el dolor ante una ausencia cada vez más cierta. Por un instante, tal vez sólo medio, cerré los ojos y apareció la  imagen de mi tío José, con su sonrisa irrepetible, y con sus ojos que me invitaban a continuar. Bajo su protección lo hice hasta el final. Entonces disfrute de ese buen momento que fue la presentación de mi novela                      

    "Blas de Lezo, El  Almirante Patapalo"